


Todos nos encontramos inmersos en una gran embarcación llamada sociedad, pero en ocasiones nos comportamos como si fuéramos ajena a ella, incluso al momento de decidir sobre quién liderará.
Cuando un barco se hunde o una empresa está colapsando no se espera convocar a una conferencia interminable para evaluar la situación, sino que se espera un liderazgo capaz de actuar con coherencia. En esas micro sociedades llamadas empresas, pero también en las que conforman los países, se encuentran sin líderes que tomen decisiones, sin gerencias que pidan consejos oportunos o que se niegan a escucharlos, y sin ellos, nunca se resolverá nada.
Una de las actividades más críticas que tiene una gerencia es pensar muy bien en las relaciones que tiene su negocio e idear la forma de lograr los equilibrios razonables al momento de tomar decisiones. Aquellos lideres con experiencia lograr un equilibrio cuando su intuición de lo que hay que hacer le acompaña, aun cuando no sea fácil y cometan errores, pero saben que el error más grave de una gerencia es tratar de evitar gobernar, es decir, evadir su responsabilidad al decidir, bien sea porque la decisión a tomar no es popular o no va a satisfacer a los más cercanos o sencillamente no se atreven a pedir un consejo porque el orgullo de saberlo todo puede más que la humildad de reconocer que necesita ayuda.
Es claro que en los próximos años las sociedades debemos revisar y transformar no solo la forma gerencial, sino también los conceptos y técnicas relacionadas con ello. Una gerencia para la sociedad, sea del tamaño que sea, debe tener presente nuevas políticas de información al momento de operar cualquier actividad, se requiere cada día más actuar sobre la certeza de hechos y datos claros para decidir. Pero también el mando y control, debe irse modificando a empoderamiento de riesgo compartido, en ocasiones en las sociedades (y suele pasar en las elecciones) esperamos que alguien venga a resolver nuestros problemas, pero no queremos ser parte de la solución, el gerente tendrá que saber cuándo actuar como “socio” que es parte de esa sociedad y cuándo ordenar como gestor delegado de la misma en busca de resultados concretos, siendo como aquel director de una orquesta sinfónica que guía la partitura que todos conocen pero que dirige de tal manera, que los distintos músicos, coinciden para producir el resultado deseado en perfecta armonía.